Tal día como hoy 23 de julio, pero en 1945 siendo lunes, nació mi hermano José Miguel en el Real Sitio del Pardo, en Madrid, un entorno natural maravilloso.
Desgraciadamente ya no está entre los vivos, el cáncer se lo llevó un diciembre de 2015, con 70 años.
Somos muchas las personas que lo mantenemos vivo en nuestros corazones y pensamientos, y que lo sentimos a nuestro lado a través de los recuerdos. Y en esta ocasión, tan especial para mí ya que he llegado a la edad con la que él nos dejó, quiero dedicarle este pequeño relato.
Cuando yo nací, el tenía 9 años y medio, fue mi hermano mayor, pero no un hermano para jugar de igual a igual, sino al que hacer disfrutar y al que enseñar, se convirtió en mi guía, el modelo a seguir, incluso el padre que cuidaba de mí cuando faltaba mi padre, que era casi siempre.
Siempre sentí su apoyo y su respeto hacia mí.

En esta foto en la playa de Rio Martín en el Protectorado español de Marruecos, con Sodía, el estaría a punto de cumplir los 11 años y yo pesaba una jartá, pero su fortaleza era enorme y me agarraba con mucha seguridad. En ella parece que él que no veía tan clara esa seguridad y cogía con fuerza mis pies, ajustando mis piernas en torno a su cuello, era capaz de estrangularse antes de que yo me cayera.
Fueron años en que los negocios de mi padre se empezaron a ir al traste con la llegada de la independencia y en los que tuvieron que buscarse la vida. Jose no quiso seguir estudiando, quería ayudar a la familia.

Mi padre lo llevó a Madrid con su abuela y lo puso a trabajar con 12 o 13 años, en una tintorería, que no le gustaba nada, también estuvo en una panadería, levantándose antes de la madrugada, echaba horas, pero el cobro lo hacía mi padre, el no veía ni una peseta.
Allí también, aprendió a dibujar y modelar.
Cuando nuestro padre perdió todo lo que tenía, empezó a hacer portes de materiales y distintas actividades que le iban permitiendo seguir al día. En un determinado momento empezó a trabajar con mudanzas desde Tetuán a toda España, llevando los muebles de las personas que se volvían a España, sobre todo militares, y como esta actividad le iba bien, volvió a llevar a Tetuán a José Miguel con 15 años para que le ayudara.
Le puso a preparar y embalar los muebles, a cargarlos primero en furgonetas y después en camiones. Más adelante le motivó para que viajara como ayudante en el camión que contrataba para llevarlos por toda España. Ayudaba a nuestro padre a pasar la aduana de Ceuta y la de Algeciras y descargaba los muebles en el destino, gestionando la parte práctica de los viajes.
Cuando volvía a casa siempre tenía tiempo para nosotros, ayudando en esta labor a nuestra madre, que estaba continuamente enferma. Nos contaba donde había estado y nos entretenía. A veces nos preparaba una sala de cine en el techo de la habitación con los reflejos que dejaba entrar por un resquicio de la ventana tras colocar una manta en ella, o nos llevaba a la calle a dar patadas a una pelota, más adelante nos enseñó a hacer partidos de fútbol con las chapas y un garbanzo, vistiendo las chapas con telas blancas agarrado por el corcho que había en el interior de las chapas y pintándolas con los colores de nuestros equipos, mi equipo, de rojiblanco; nos prestaba sus comics, me enseñó a dibujar y a calcar algunos comics, a dar color con el polvo de las tizas de colores tras rasparlas ligeramente, a él le gustaba dibujar y con él cogí gusto por el dibujo. También me ponía cuentas para que repasara y las cuentas se me dieron muy bien toda la vida. Todo lo que me decía, yo lo valoraba en demasía y con mucho respeto. Era enorme el afecto que le teníamos.

En el momento en que mi padre afianzó el negocio de las mudanzas, él se subió al carro sin rechistar, ayudando al sustento de la familia, y cuando mi padre tuvo problemas con las autoridades marroquís y fue detenido, él, con una mayoría de edad reciente, tuvo la agilidad, la fortaleza y el saber hacer para conseguir el dinero necesario para liberarle y lograr su desplazamiento a Ceuta.
Ante esta nueva situación y conociendo ya a mi padre, le forzó a quedarse en Ceuta en lugar de desplazarnos todos a Madrid, ya que conocía los trasiegos de mi padre por allí y pensaba que eso podía romper a la familia.
En esos viajes hubo algunos momentos buenos pero también muchos malos, llenos de penurias e incluso de hambre, se movía en un mundo plagado de mentiras, donde sin hombría no se podía subsistir, donde tenía que buscarse el trabajo y la vida casi a diario, y donde el engaño era cotidiano.
Cuando podía aprovechaba las oportunidades de fiesta y divertimento, viviendo la vida a tope. En la foto en una fiesta de disfraces en el Consulado Español.

Cuando nos trasladamos a Ceuta, se vivieron momentos de crisis por el agravamiento de salud de nuestra madre, su actitud, junto a la de mi hermana Mari Carmen era clara, harían lo que fuera para que la familia estuviera siempre junta. Ella superó nuevamente a la enfermedad, pero él mantuvo su compromiso toda la vida.
El trabajo en los camiones era ciertamente duro, lo pudimos vivir mi hermano Juan Carlos y yo, el entorno de trabajo era tremendo, mucha testosterona, mucho sufrimiento y mucho riesgo en cada jornada, no conocía el concepto vacaciones ni el tomarse unos días, ni por supuesto la baja por enfermedad.
Hoy, muchos jóvenes ven la familia como una sobrecarga, un sobrepeso que te desgasta en el día a día, para él era una isla de acogida y cariño, un espacio donde relajar los modos de machito chulito, tan precisos y necesarios en ese duro contexto de los camioneros. Esta doble dimensión le acompañó gran parte de su vida, y lo sobrellevó, no sin dificultad y con continuos desgarros.
No tenía un libro de instrucciones, ni tenía la formación suficiente para actuar con seguridad y sin errores, pero fue construyéndose y ayudándonos con su ejemplo a construirnos como personas mientras aprendía en el día a día de su vida.

Descubrió demasiado pronto que el libro de instrucciones lo tenía que ir construyendo él mismo, mientras se desarrollaba personal, familiar y laboralmente, y que se tendría que ir adaptando a cada contexto en el que se fue moviendo.
A día de hoy, yo creo que él supo hacerlo medianamente bien, teniendo en cuenta el contexto histórico que se vivía, y eso no fue siempre factible en esas condiciones.
Tuvo agilidad para reiniciarse a cada cambio relevante en su vida, dejando por el camino muchos modos de hacer que no le gustaban y afianzando en lo que podía los que le ayudaban a adaptarse a los enormes cambios sociales que hubo en España tras la dictadura franquista.
Lo hizo cuando nos vinimos a Ceuta, lo hizo al hacer la mili, lo hizo al casarse, lo hizo cuando conoció a María José y cuando tuvo a su hijo e hijas, lo hizo para dejar los camiones y ejercer como profesor de autoescuela, lo hizo cuando montó su propia autoescuela, lo hizo en todos los traslados familiares, cuando se fue de Tetuán, cuando estuvo en Madrid, cuando vivió en Ceuta, cuando se fue a vivir al Puerto de Santa María, o a Cádiz, o nuevamente a Ceuta, también lo hizo cuando la enfermedad le atropelló y se fue a vivir a Jerez de la Frontera. Y finalmente lo volvió a hacer cuando empezaron a aparecer los nietos y nietas en su vida.
En cada uno de estos hechos reinició su vida intentando que esta mejorara un poco más la vida familiar. Todos sabemos que esto es ciertamente complicado, porque no depende de cada persona, y en los nuevos contextos interfieren muchas ideas nuevas y diferentes, que influyen bastante en facilitar o no esas propuestas de cambios.
Es evidente que en todos esos momentos cometió muchos errores, que aún hoy se le podrían echar en cara. Pero eso,… nos pasa a todos y todas.

En conjunto, yo entiendo que consiguió gran parte de sus objetivos, la familia siguió unida y fortalecida. Es evidente que lo dio todo por ella, aún con sus errores. Y sus hijos, hoy en día, son independientes y dirigen sus vidas con autonomía.
En mi corazón ha dejado una enorme huella y en mis pensamientos lo mantengo vivo, valorando su buen saber hacer, aprendiendo de sus aciertos y evitando sus errores.
Heredé gran parte de su ropa, que hasta a mí me queda grande (aunque corta), pero me la suelo poner, y ello me recuerda todo lo que me dio.



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