Pasoslargos

Caminando y descubriendo nuestro pasado tirando de hilos llenos de colores


Libro de memorias de Manuel Merino y su esposa Elena Montero

Este nuevo relato familiar lo voy a centrar en mis bisabuelos Manuel Merino Díaz y Elena Montero del Oyo (en algunos documentos, escrito Hoyo). Parto con la ventaja de que hay un cuaderno dejado por mi bisabuela Elena en el que fue escribiendo las efemérides ocurridas en el ámbito familiar y al que puso el título con el que empieza este texto.

En este caso lo inicio desde el día en que se casaron en el Pardo, un 15 de abril de 1896, y lo terminaré con la muerte de mi bisabuela en 1938.

Pero si comentaré unos preliminares. Cuando nacieron en 1865/71, sus padres vivían un período histórico lleno de cambios y tensiones bajo el reinado de Isabel II, acompañados de una crisis económica y también de una crisis de subsistencia, esta última provocada por las malas cosechas de los años 67 y 68.

En el texto anterior ya os comenté sobre el momento histórico tremendo en que se vivía, y sobre la villa de El Pardo.

En este contexto nació mi bisabuelo y padre de mi abuelo Miguel, Manuel Merino Montero, el 6 de abril de 1865 en el pueblo de Olías del Rey, donde vivían sus padres: Manuel Merino Merino y Antolina Díaz Gutiérrez.

Este municipio se encuentra en la provincia de Toledo, y está situado sobre 2 cerros y 1 valle, un terreno descampado y árido que pertenece a la comarca de La Sagra; en él se encuentra el arroyo de Juan Lobar, afluente del Tajo, que nace al sur. Su clima lo consideraban benigno (Pascual Madoz, Diccionario Geográfico).

Linda con los términos de Yunclillos, Cabañas de la Sagra, Magán, Mocejón, Toledo y Bargas. Era lugar de parada de los reyes, otros nobles y mercaderes en su camino hacia Toledo, para prepararse y acicalarse.

Era conocida como Olías la mayor, hasta que el rey Felipe V, a mitad del XVIII le concede el título de villa, recibiendo la actual denominación.

En los tiempos en que nació Manuel tendría en torno a 132 casas de piso bajo (supongo que más las diseminadas por el camp), tenía su casa Consistorial con una cárcel, una escuela a la que asistía 40 niños, con una dotación de 1,600 reales (con «,» se señalaban los miles en la época), otra de niñas, sin dotación económica, concurrida por 20.

Tenía una bonita iglesia parroquial, dedicada a San Pedro Apóstol y 2 ermitas, la de Jesús Nazareno y la de Santa Bárbara.

Contaba con 320 vecinos (Cabezas de familia masculinos) y 1,224 almas (Total de personas), por lo que las viviendas estaban bien repletas.

Se surtía de aguas potables en una fuente dentro del pueblo, pero había otras en las inmediaciones, pero en estado natural, sin cañerías. Los caminos son vecinales y difíciles para el tránsito de carruajes; el correo se recibía en la estafeta del pueblo, por el conductor de Madrid a Toledo.

En sus campos se producía cereales con abundancia, aceite, vino y ciruelas exquisitas; se mantenía ganado lanar, y se criaba muy poca caza menuda.

Aunque Manuel Merino nació en el pueblo, parece que, en un momento determinado, junto a sus hermanos Juan y Bernardo, se quedaron a vivir en Madrid, no sé si con sus padres. Debieron de montar una cacharrería en la plaza de la Cebada, 10, en esquina, actualmente parece que hay un chino. Con un carro recorría con Bernardo los caminos vendiendo cacharros.

Mi bisabuela Elena Montero del Oyo (Hoyo), madre de Miguel, nació en el pueblo de Fuencarral el 25 de febrero de 1871. Allí empezó su vida junto a sus padres, Luís Montero Magano y Ángela del Oyo (Hoyo) López.

El pueblo está situado en el llano de una elevada colina, la combaten todos los vientos, y con más frecuencia los del Norte y Oeste, su clima es frio y sano (Pascual Madoz, Diccionario Geográfico).

Tiene 451 casas, la mayor parte de un solo piso bajo, distribuidas en calles irregulares; en la casa de ayuntamiento, en esa época, estaba la cárcel y la carnicería. Allí trabajaron algunos familiares como concejales en distintos momentos.

Había una escuela de instrucción primaria para niños, a la que concurrían sobre 72 bajo la dirección de un maestro, y dotado con 2,200 reales; y otra de niñas a la que asisten 63, cuya maestra recibe 1,100 reales. Entre ellos hubo multitud de niños y niñas con nuestros genes.

En la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel fueron bautizados cientos de ascendientes nuestros que allí nacieron, estaba servida por un párroco; un teniente nombrado por aquel, y 12 eclesiásticos (personas relacionadas con la iglesia o el clero) sin obligación alguna. Con esta parroquia, mi abuelo Miguel solía ir en los años 20 y 30 del siglo XX, al atardecer, para enseñar a leer a las personas analfabetas, que por aquel entonces eran muchas. ¿Quién me iba a decir que este mismo trabajo gratuito en la parroquia lo iba a realizar yo 70 años después como funcionario, y sin tener ni idea de que él lo hizo? Me lo contó un día mi madre cuando yo les estaba comentando que trabajaba en un centro de adultos.

En las afueras de la población se encuentran 3 ermitas, San Roque, Sta. Ana, que servía de cementerio y el Sto. Cristo del Humilladero; anteriormente también hubo un famoso santuario, el de Ntra. Sra. de Valverde, cuyo edificio estaba ya en esa época bastante deteriorado.

Los caminos se dirigen a los pueblos limítrofes y la carretera de Madrid a Francia. El correo se recibía de la administración de la capital por balijero.

El pueblo contaba con 4 fuentes, 2 de aguas salobres, y las otras 2, dulces. El término lo confinan las localidades de Alcobendas, Hortaleza, Chamartin, Madrid y el Pardo. En sus tierras se encuentra algún viñedo y un monte de chaparro bajo, llamado Valdelata, perteneciente a propios, en el que se encuentra una famosa casa de campo. El terreno es arenoso y de cortos productos (productos perecederos de comercialización en corta distancia). Se producen cereales y hortalizas, uvas de todas clases, algún aceite, y sobre todo exquisitos nabos. Mantiene ganado lanar, cabrío, algunas mulas para labor y bueyes; y cría caza de liebres, conejos y perdices. Principalmente viven de la agricultura, pero hay 3 fábricas de jabón duro con sus correspondientes almacenes de aceite, un molino de chocolate y exportación de los frutos sobrantes.

Allí vivían 450 vecinos, en total 1,800 almas.

Elena Montero, al menos tenía un hermano, Francisco, y debieron de vivir más en el Pardo que en Fuencarral hasta su casamiento. Según mi madre, era una mujer grande, y por eso decía que la llamaban «la Pampana».

Voy a seguir el mismo esquema seguido en los textos de Elena, que incluyo en este relato. Como en el texto anterior, intento ponerme en su lugar para intentar acercarme mejor a la comprensión de su recorrido por la vida, pongo en un azul más vivo sus anotaciones:

Miguel y Paula

Elena murió en el Real Sitio de El Pardo el martes 15 de marzo de 1938, tenía 67 años. Madrid estaba bajo asedio desde noviembre de 1936 y continuaba resistiendo los ataques del bando sublevado.

Los combates eran intensos, con bombardeos y enfrentamientos constantes entre las fuerzas republicanas y franquistas. Y a ella … se le acabaron las ganas de vivir.



Deja un comentario