Pasoslargos

Caminando y descubriendo nuestro pasado tirando de hilos llenos de colores


La rama familiar Gutiérrez López

Pequeño recorrido por sus ascendientes localizados.

«Nuestros recuerdos tienen la frontera de la conciencia, más allá de esa frontera están las historias que nos cuentan y la cultura adquirida al documentarnos; todo ello va dando forma al conocimiento de nuestro pasado familiar y social, lo que ayuda a comprender la mochila que poseemos y todo lo que podemos ser y hacer».

Un 21 de marzo de hace 45 años (1980), murió nuestra abuela Paula Amalia Gutiérrez López.

Tenía 86 años y aún seguía trabajando en su estanco, que regentaba desde los años 40. Era una persona muy conocida y apreciada en su pueblo.

Durante la mañana de ese día estuvo trabajando en el estanco, con compañía claro. Después de comer en casa de su hija Luisa se fue a su casa acompañado por su nieto Juan Carlos, que estaba haciendo la mili en Madrid. Le llevaba de regalo un cartón de cigarrillos Habanos, un tabaco negro muy fuerte.

Echaron una tarde estupenda, ella haciendo sus cosas, pero hablando con su nieto. Incluso le invitó a una copita de un licor que tenía por su casa, que ella tomó en esta copa, y que él conserva con mucho cariño.

Sobre las 8 se bajaron a la puerta, esperando la llegada de su hija Luisa, que tras cerrar el estanco fue a recogerlos para dormir en su casa. En ese momento se empezó a sentir mal y llamaron a urgencias que la llevaron al hospital, sobre las 3 de la madrugada murió.

Yo estaba por Ávila, de viaje de estudios con las chicas del colegio Buen Pastor de Sevilla. Al llamar desde una cabina a mi familia, recibí la noticia, me dejó impactado, jamás habría pensado que mi abuela pudiera morir, creía que era indestructible. Hablé con las monjas y me permitieron desplazarme a Madrid. Me puse en la carretera a hacer autostop, y unos obreros de vuelta a Madrid, me llevaron con ellos.

Se la enterró en el Cementerio de Fuencarral junto a su queridísimo marido Miguel Merino Montero.

Llegué demasiado tarde, cuando volvía mi familia del entierro. Mi madre y mi tía llegaron a la casa muy afectadas por la pérdida.

Todos queríamos a la abuela Paula, era una mujer cariñosa, muy trabajadora, a la que la vida trató con mucha dureza. Nos daba su afecto con mucha facilidad, y tengo muchos recuerdos valiosos y emotivos de ella.

En momentos claves recibió la ayuda y el apoyo de sus hijas e hijo, y siempre estuvo dispuesta a ayudarles cuando más adelante lo necesitaron.

En la foto con sus 2 nietos mayores. Pasaban muchas horas con ella en el estanco cuando su hija Carmen estaba haciendo mandados.

Participaba en los distintos acontecimientos familiares siempre que podía, vestida de negro, con su bastón que la ayudaba con su cojera.

En la boda de su nieta Marisa, celebrada el 5 de abril de 1974, tenía ya 80 años, pero se ponía en primera línea, siempre rodeada y protegida por toda su familia.

Fue un enorme apoyo y un ejemplo para mi madre, sobre todo en los momentos críticos de su vida de pareja.

Tuvo la valentía de venir al Protectorado Español en África cuando cumplió los 60 años, meses antes de nacer yo. Viajar no era sencillo en aquella época.

Había nacido en el Real Sitio de El Pardo un 10 de julio de 1893. Su padre Juan Damián Gutiérrez Barajas, nació el 6 de mayo de 1864, era natural del pueblo; su madre, Antonia Victoria López Marina, era natural de Torre del Vulgo (actual Torre del Burgo) de Guadalajara.

Sus familiares eran personas trabajadoras, algunos, jornaleros que trabajaban en lo que les iba saliendo, hasta que fueron afianzándose en el trabajo de guardas del monte. Trabajo muy duro, afectado por las inclemencias del tiempo, y en el que muchas veces se jugaban la vida en la lucha constante contra la caza furtiva. Los imagino con la escopeta al hombro andando por el monte o a caballo, con paciencia, observándolo todo con detalle y atentos a un posible ataque de furtivos.

El monte y el río Manzanares enmarcaban sus vidas, la caza, la pesca, los trabajos en el monte era lo cotidiano para ellos. El ir a la fuente a por agua, el lavar ropa en el río, la casa, los niños, era el trabajo para ellas. Nadie te arreglaba las cosas, había que mantener la casa, la ropa, los muebles, … buscándose la vida y con arreglos continuos, aprendían de todo lo necesario para ser autosuficientes.

Los padres de mi bisabuelo Juan Damián provenían de otros espacios de Madrid, Patricio Gutiérrez Carrero (1832-1895), de Vallecas y Alejandra Barajas Serrano (1835-1898) de San Martín (aún no se si es San Martín de la Vega o San Martín de Valdeiglesias, seguramente el primero por su cercanía a Vallecas). Ambos se desplazarían al Pardo por el trabajo de Patricio como guarda de sus montes, protegidos por Patrimonio Nacional y allí vivieron, y allí nacieron y murieron la mayoría de sus hijos. Fueron 2 de mis triabuelos.

Nuestro país en el siglo XIX quedó estancado en la agricultura mientras gran parte de Europa se industrializaba. El trabajo en el campo dependía del tiempo, los periodos de sequía eran terribles y se pasaba mucha hambre, y los periodos de excesos de lluvias provocaban demasiadas inundaciones y desastres, ya que no había apenas pantanos ni regulaciones en los ríos. Se vivía al día, y cuando llegaban las vacas flacas, aparecía la miseria y cuando faltaba el agua, fallaba la higiene y aumentaban las enfermedades infecciosas. La mortandad en general era grande, y la infantil, tremenda.

En la sociedad, se producían cambios, fue desapareciendo la Inquisición, los derechos señoriales y la antigua sociedad feudal, transformándose poco a poco la sociedad y comenzando un proceso de cambio que fue consiguiendo cierta modernización, pero persistía el caciquismo.

Los padres de Victoria y triabuelos míos, provenían de pueblos de Guadalajara, Justo López Martínez (1828) era de Utande y María Paula Marina Serrano (1840-1893) de Torre del Vulgo (actualmente denominada Torre del Burgo). Mayoritariamente vivían del trabajo en el campo. Eran gentes fuertes, que arriesgaban continuamente y las condiciones de vida les mantenía en el filo de la navaja, pero seguían siempre hacia adelante.

La Torre del Vulgo (Torre del Burgo) es un pueblo agrícola situado en una llanura regada por el río Vadiel. Justo iría a la escuela de instrucción primaria que allí había junto a otros 19 niños. Iban a misa a la iglesia parroquial. El pueblo tenía 60 casas a mitad del siglo XIX. Había 57 vecinos y eran 229 almas Entendían como vecinos a los cabezas de familia masculinos, almas eran el total de personas que vivían allí (Diccionario geográfico-estadístico-historico de España de Pascual Madoz, 1845-1850. Tomo XV pag 71).

Utande es un pueblo agrícola regado por los ríos Vadiel y Val de Iruega, cuenta con 2 molinos, uno harinero y otro aceitero. Paula iría a la escuela de instrucción primaria que allí había junto a otros 39 niños. Iban a misa a la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora, y participaban en la romería a la ermita de la Soledad. El pueblo tenía 75 casas a mitad del siglo XIX, incluida la casa consistorial con habitación para cárcel. Había 59 vecinos y eran 248 almas (Tomo XV – pág 239)

En uno de esos momentos de penuria y necesitando de dinero para poder comprar semillas para sembrar y poder plantar, y de paso arreglar algunos desperfectos en su vivienda, Justo y Paula se endeudaron con un préstamo de 500 pesetas con la esperanza de que cuando llegara la producción lo devolverían a su dueño con los intereses acordados. Los sueños se rompieron cuando el tiempo no acompañó y sus previsiones no se cumplieron. Fueron denunciados y declarados en caza y captura en el boletín de la provincia de Guadalajara, tuvieron que huir hacia Madrid, esperando encontrar allí nuevas oportunidades.

La entrada en nuestro país del ejército francés tensionó toda la sociedad, se produjo el famoso motín de Aranjuez en marzo de 1808. La situación de hambruna de la población, su resentimiento por las exigencias de manutención, los desmanes de las tropas francesas, que generaron numerosos incidentes y episodios de violencia, así como el expolió que hicieron de nuestro arte a vista de todos, precipitó los acontecimientos que llevaron a los primeros levantamientos y al 2 de Mayo, en Madrid.

Corrió mucha sangre, los Mamelucos (Mercenarios de origen sirio y egipcio) y los lanceros franceses fueron muy crueles. Mucha gente se distinguió en el levantamiento, como los oficiales Daoiz y Velarde que lucharon junto a la población civil, o la costurera de 17 años Manuela Malasaña (que dio su nombre al barrio de Madrid). Y aunque la resistencia de los madrileños fue heroica, al final la rebelión fue aplastada. Todo se saldó con unos fusilamientos masivos.

Nuestros familiares residentes allí vivieron en sus carnes estos momentos de turbulencia, enfrentados unos contra otros, los que veían bien la llegada de unos franceses con ideas revolucionarias, contra los que veían mal la ocupación a la fuerza. El conflicto bélico se extendió entre el 2 de mayo de 1808 y 17 de abril de 1814. La guerra significó un descenso demográfico de 560.000 a 885.000 personas.

Curiosamente todo esto generó un cierto movimiento político que llevó a que el 19 de marzo de 1812 se promulgara la primera Constitución Española.

Los padres de Patricio, mis tetrabuelos Eugenio Gutiérrez (1800) de Vallecas y Juana Carrero (1800) de Villaverde, vivieron y murieron en Vallecas.

Los padres de Alejandra, Miguel Barajas (1800), venía de Lillo, Toledo y Micaela Serrano (Getafe) debieron de conocerse en Madrid tras emigrar allí la familia de Miguel, buscando nuevas oportunidades.

Lillo está situado en un llano a la falda de un cerro de 2000 varas de altura (una vara está en torno a 83 cm), con una ermita en su cúspide dedicada a San Antón, sin tener en muchas leguas otra elevación que la domine. En su cercanía está el río Algodor que cruza el valle de Tembleque hasta desembocar en el Tajo y el arroyo Cedrón que cruza el valle de La Guardia hasta incorporar sus aguas al Algodor.

La población comprende 586 casas de 2 pisos en lo general, y algunas de 3. Hay una escuela de primera educación a la que asistiría Miguel, eran unos 56 niños y 2 maestras. Se surtían de aguas en 2 profundos pozos bastante distantes. Todos los lunes tenían mercado, concedido por el Sr. D. Felipe II. El pueblo tenía 552 vecinos, 1086 almas.

Miguel Barajas fue bautizado en la iglesia parroquial de San Martin, edificio sólido de orden gótico, consagrado por el Cardenal Cisneros. (Diccionario geográfico. Tomo X – pág 285).

De Paula Marina aún no he conseguido más información, pero Justo López era hijo de Juan López Ortega, nacido el 7 de septiembre de 1792 en Utande y de Michaela Martínez Bera (hoy se llamaría Micaela), nacida en Valfermoso de las Monjas, también de Guadalajara, término municipal que linda con el de Utande y el de Jadraque. Eran tetrabuelos míos.

Es curiosa la evolución de los nombres y apellidos, estoy descubriendo detalles muy interesantes. En esta época era común el Michaela y el Michael, y no solo en nuestro país, sino en el mundo de habla inglesa, incluso en Rusia (Mikhael), también encontrabas Michel como variante. Nombre de origen hebreo que en latín se escribía Michael, lo podemos ver en muchas iglesias. Aquí evolucionaron como Micaela, Miguela o Miguel.

Valfermoso está en un «valle hermoso» bañado por el río Vadiel, que tenía múltiples manantiales y fuentes, con un molino harinero, donde en esos años había un monasterio de monjas benedictinas, con 14 religiosas. A Michaela la bautizaron en la iglesia parroquial de la Purísima Concepción, fue a la escuela de instrucción primaria del pueblo con otros 27 niños y niñas. El pueblo tenía 52 casas a mitad del siglo XIX, 61 vecinos y 525 almas (Diccionario geográfico. Tomo XV pág 457).

En España gobernaba desde 1788 Carlos IV, de la dinastía de los Borbones. Cuando llegó al trono, España era todavía un gran imperio colonial. Por entonces, la Monarquía y la Iglesia gozaban de privilegios y poderes especiales, apoyados por una Inquisición potente y a su servicio.

La ilustración empezaba a iluminar Europa, aquí sufrieron cierta persecución de sus ideas, no obstante, algunos ilustrados llegaron a ocupar cargos en el Gobierno, como Gaspar Melchor de Jovellanos.

Los padres de Juan López y mis pentabuelos, Juan López Torrijano y María Ortega Hurtado, eran también de Utande. Esta familia era muy grande, ya que Juan se había casado previamente con Francisca Berlanga Medina, y cuando Juan murió, María se casó con Antonio Rodrigálvarez Pasamón, con el que tuvo varios hijos. El acumulado total es grande.

Esta era una práctica muy común en gran parte de las familias de los tiempos antiguos, posiblemente porque a una persona sola le sería imposible tirar para adelante de su familia en esas épocas tan duras. Muchas veces eran 2 matrimonios con hijos los que, por la enfermedad, la desnutrición o la vida muy dura, perdían a sus parejas. Por vecindad, por conocimiento familiar o por conveniencia, llegan a un acuerdo entre los 2 sobrevivientes para unir sus fuerzas y tirar para adelante, sin mirar la carga, sin mirar las diferencias de edad, que muchas veces es grande. Y si uno de ellos muere pronto, eran capaces de repetir el proceso.

De la parte de Michaela Martínez, su padre era Paulo Martínez y su madre Magdalena Bera, pero aún no he conseguido localizar su origen exacto en la zona.

En cuanto a mis hexabuelos, los padres de este último Juan López fueron Juan Gabriel López, que era de Utande) e Ysabel (actual Isabel) Torrijano que era de Valfermoso de las Monjas. Los de María Ortega eran Andrés Ortega y Blasa Hurtado, ambos de Utande. Nacerían en torno a la mitad del siglo XVIII.

En cada uno de estos pueblos de Guadalajara había por aquella época entre 50 y 70 casas, por lo que gran parte de sus habitantes portarían una parte importante de nuestros genes, que debieron ser predominantes en ese territorio.

Yo pensaba que teníamos mucha más familia nacida en El Pardo, pero no es así. Nuestros genes empezarían a vivir allí aproximadamente desde mediados del siglo XIX. Si tenemos una gran y profunda huella en Fuencarral, que podría catalogar como pueblo dormitorio de El Pardo, allí llegamos casi hasta su fundación hace más de 500 años, pero esa… es otra historia.

También pensaba, como me habían enseñado, que mis 8 apellidos determinantes eran: Fernández, Merino, Gutiérrez, Gutiérrez, Gutiérrez, Montero, Fernández, López. Pero solo con mirar el organigrama te das cuenta de que esa es la punta del iceberg, solo en este cuarto de mis genes aparecen Barajas, Bera, Carrero, Hurtado, Marina, Martínez, Ortega, Serrano y Torrijano, y mi Fernández Merino desaparecerá en mis biznietos.

Volviendo a mi querida abuela Paula, cada vez que paseo por las calles de El Pardo o transito junto a su río Manzanares o por sus montes, mis emociones se desbordan por el gran número de imágenes y momentos que reaparecen en mis pensamientos.

Creo que toda mi familia se emociona al recordar a nuestra abuela Paula, siempre estará viva en nuestros pensamientos y en nuestros corazones.



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